Thursday, June 9, 2011

La triste historia del melocotón solitario

Hola turbados.
Esta vez no lo pongo entre exclamaciones porque lo que voy a contaros es un acontecimiento que no tiene nada de alegre. Por favor, escuchad con atención la triste historia del melocotón solitario.
Era una mañana normal para los últimos días de curso: los pájaros volaban, en correos llegaban los camiones cargados de cartas y paquetes para los habitantes, los turbados se turbaban... nada hacía sospechar de los extraños sucesos que acaecerían ese día.

Me despertaba de un sueño húmedo reparador cuando de pronto, sin previo aviso, al bajar de la cama fallé al intentar cazar la zapatilla y pisé el glacial suelo. En lugar de sentir la mullida y tersa superficie que tan habitual me era ya, noté un frío penetrante justo en el arco del piesaco. Mis neuronas realizaron una sinápsis química que llevaría el impulso hasta la médula espinal, donde las astas de sustancia gris procesarían un arco reflejo se transmitiría en un complicado proceso intrínseco a la naturaleza humana, el acto reflejo: "¡QUÉ FRÍO, ME CAGO EN LA PUTA!".

Tras ese arranque de ira asesina, me dispuse a ducharme ya cabreado por la mañana. Al salir de la ducha, un extraño deseo se apoderó de mí. Sentí que la toalla me llamaba, como si cantase una dulce tonada. Una canción que yo conocía muy bien... Dancing Queen de Abba. Sin embargo algo me retuvo. Tal vez el poco sentido común que tenía nada más levantarme, que me decía que ponerme una toalla fuscia en torno a la cintura, otra en la cabeza a modo de turbante y cantarle al peine a pleno pulmón no era una buena idea...

De pronto, miré el reloj y vi que apenas me quedaba tiempo para desayunar. Más que ponérmela, violé a la ropa y bajé a la cocina. Sólo diez minutos antes de que tuviera que entrar al instituto con el resto de turbados. "Bueno", pensé, "por tardar un poco más". Cogí lo primero que pillé, me lo metí en la boca y salí corriendo. Tu turbada mente te confunde, joven padawan. Quiero decir que desayuné frugalmente y me fui en aceleración constante.

El día en el instituto no fue tan malo como lo esperaba, aunque eso sólo quiere decir que apenas fue peor que ser sodomizado por demonios con tridentes y con condones de alambre de espino. Tras esto, muerto de cansancio, me fui a mi casa a descansar.
Apenas mi culo había tocado el sillón cuando me llamaron para comer. La comida fue ligera, como el desayuno: torreznos con mantequilla y de postre huevos revueltos con mermelada. Me gusta la nouvelle cuisine. Aún conservaba un poco de hambre, por lo que decidí comerme una lata de melocotones. Esa fue mi perdición.

La voz del destino me gritaba que no lo hiciera, que no profanase el sagrado cáliz contenedor del dulce almíbar, donde (según pensaba yo) esos redondeados melocotones me estarían esperando (hablo de la fruta)... o eso creía yo. No podéis imaginar, amigos turbados, cuán grande fue mi sorpresa al abrir la lata y hallarme parado, con cara de idiota, frente a lo que segundos antes suponía sería un manjar. Ésto fue lo que encontré:


"Are you fucking kidding me" fue lo único que salió de mis labios (lo cual demuestra que CC genera adicción, definitivamente). Que una lata de melocotones grande como un encéfalo contenga dos litros de almíbar y MEDIO MELOCOTÓN es algo que no se puede tolerar.

Tras relataros esta dramática experiencia debo irme. Tal vez me suicide, tal vez me atropellen, tal vez me explote el encéfalo en el examen de matemáticas de mañana... pero siempre recordaré el día que encontré al melocotón solitario. Hasta siempre, turbados.

Todos los hechos relatados aquí son fruto de una imaginación calenturienta y no deben ser interpretados como la verdad. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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